viernes, 19 de junio de 2009

SEÑALES


En nuestra vida cotidiana estamos rodeados de señales, signos y gestos que nos indican qué hacer, sin necesidad de la palabra. Asi sabemos que si el semáforo esta en rojo no debemos avanzar, que la doble línea amarilla en una calle doble mano indica prohibido el sobrepaso, que si nos levantan la mano extendida con la palma hacia fuera es señal de saludo, o el mismo pulgar levantado nos señala que todo esta bien.

En definitiva no solo conocemos los significados de estos signos, sino que además son inequívocos, hecho por el cual no intentamos reinterpretarlos o cuestionarlos.

Ahora bien, aún cuando somos capaces de registrar algunas de estas señales, nos sentimos en varios casos incapaces de reconocer el significado de tantas otras.

Nos sucede así que nos sentimos desconcertadas o impotentes ante una ausencia de un llamado telefónico, la no respuesta en tiempo “razonable” de un mensaje de texto o lo que es peor es aún la presencia incómoda e interminable de los silencios.

¿Como puede ser entonces que cuando estamos frente a un semáforo y se pone la luz en rojo sabemos que no debemos avanzar, pero cuando no nos contestan una llamada o nos dan una respuesta evasiva, pretendemos hacernos las desentendidas?

¿Como es posible que justifiquemos con excusas que ni nosotras mismas creemos actitudes que dan cuenta de un desinterés genuino y sincero, más claro que el agua?

Utilizamos frases tales como“ tal vez no tenga crédito, “ es posible que el mensaje no le llegara”, “ el problema es que es inseguro”, “ tiene miedo”, “ es su manera de quererme” o lo que es peor, nos preguntamos todo el tiempo si no lo estaremos “ presionando” o “ ahogando” con nuestros planteos, señal entonces de que “ necesitan espacio”, que es bueno que “ salga con los amigos para despejarse”.

Con el mayor de los respetos, no seamos tan estúpidas, y de una vez y para siempre ahorrémonos lagrimas innecesarias y sepamos darnos cuenta que ellos no son del tipo de los que todo hablan, y que muchas veces terminamos sorprendidas cuando en realidad vivíamos rodeadas de señales que nosotras mismas elegimos ignorar.

Será cuestión entonces que cuando nos lleguen las multas, nos hagamos cargo de nuestras propias deudas, ¿no les parece?

martes, 12 de mayo de 2009

ORDENANDO EL PLACARD



El incipiente cambio de temperatura me obligó a empezar con el odioso ritual anual de ordenar mi placard. Tener que cambiar el vestuario de verano por el de invierno conlleva sacar toda y cada una de la ropa prolijamente ordenada en los cajones para embalarla cuidadosamente para la próxima temporada. Y lo que es peor aún, desembolsar la pesada ropa de abrigo.
Para que sea una tarea ordenada, y evitar así olvidos, decidí en primer lugar vaciar los cajones uno a uno, clasificando la ropa Así se fueron apilando las remeras de algodón de uso frecuente, las “ remeritas de salir”, los sweater, los pantalones y por último los zapatos.
El segundo paso consistió en ubicarlas de acuerdo al uso que les di a cada una de ellas estas últimas temporadas.
He allí mi sorpresa. Tenía todas esas pilas frente a mi y fue en ese momento cuando me di cuenta que había guardado temporada tras temporada ropa que lo único que hizo fue ocupar lugar en mi placard. Las miré una a una frente al espejo y llegué a la conclusión que hacía años que no las usaba, que había algunas que ni siquiera eran mi talle o simplemente de colores que actualmente detesto.
Entonces fue cuando me pregunté ¿ por qué me empeño en guardar cosas que no usé en años? Y peor aún ¿ por qué me cuesta tanto desprenderme de ellas?.
Las miré con nostalgia un largo rato, recordé dónde y cuándo las había comprado. Algunas parecían guardar los aromas de momentos felices, otras me llevaron a lugares y personas que pensé olvidadas. Pero todas evidentemente formaban parte de mi pasado y por más que me auto convencí por mucho tiempo que no molestaban, no hicieron otra cosa que ocupar espacio en un atiborrado placard.
¿ Cuántas cosas me habré perdido de comprar, por haberme sentido culpable de pensar que tenía demasiadas?, ¡ Cuánto espacio ocupado innecesariamente!
Entonces fue cuando me decidí. Las junté una a una, las doblé cuidadosamente y consciente que no volvería a verlas las puse en una bolsa negra de consorcio, con un cartel que decoré con la leyenda “ PARA REGALAR”.
No fue tarea fácil desprenderme de ellas, pero ya se habían ido. Ya no estaban más.
Recién allí me di cuenta de lo grande que era mi placard y de todas las cosas que aún podía colgar en él.
Me vestí, y fui decida al shopping. Ya era hora de mirar vidrieras.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Disney GO HOME


Por qué será que todas los cuentos infantiles empiezan con el “ era una vez” y terminan con el clásico “ vivieron felices para siempre”?
Ahora bien, no todas las historias terminan con final feliz, o por lo menos no con el que deseamos, ¿ pero ese hecho modifica lo vivido?, en otras palabras: ¿los finales no felices invalidan toda otra felicidad vivida?
Si hacemos un breve repaso de todos los cuentos de nuestra infancia, nos encontramos con bellas protagonistas un tanto naif que se enamoran en un instante, o bien tienen al “ amor de su vida” todo el tiempo frente a ellas y sin darse cuenta una mañana despiertan descubriendo que están enamoradas. Otros tantos nos presentan un protagonista sufriente y desvalido que padece durante toda la historia y por un hecho fortuito y casual pasa a ser “ feliz para siempre”.
En una palabra, para que la historia sea buena y perdure tienen que existir varios condimentos: sufrimiento, abandono, enamoramiento a primera vista, más abandono, desencuentros y por supuesto el beso salvador que termina en casamiento.....
¡ Así cualquiera!!!!, qué fácil que resolvió todo Disney!!!!!!!!!!!, lo que no nos contó es que pasó después del beso; del casamiento ; de la huida en caballo o detrás de las paredes del castillo!!!!!!!!!!!!!!!!
Si seguimos con la línea de pensamiento del Señor Frío tenemos que pensar que “la felicidad” fue eterna y seguramente tuvieron hijos y nietos y ni un “ si ni un no” entre ellos.
Nada más lejos de la realidad que nos rodea, los hombres y mujeres crecemos, evolucionamos y los encuentros y desencuentros son diarios, hasta podemos decir que “ el minuto a minuto” de las relaciones las definen.
El “ felices para siempre” ¿hasta cuándo dura?, ¿hasta que discuten por el alquiler?, o por qué días salen cada uno con sus amigos? o peor aún, ¿ quién lava los platos esta noche y quién tiende la cama la mañana siguiente?
Definitivamente es todo un aprendizaje y un ejercicio “ ser felices” , pero ¿qué nos pasa cuando todos esos detalles superan los buenos momentos o dejamos de amar todo aquello que antes amábamos del otro?
¿ Qué sucede entones cuando los finales no son felices y se escribe la última hoja del cuento y cada uno cierra el librito? ¿ El cuento rosa se convierte en tragedia griega?.
Me niego a pensar que así sea, de lo contrario nunca capitalizaríamos lo vivido o peor aún nos quedaríamos sólo con el trago amargo.
¿ No será hora de dejar que Disney se derrita, y avisarle a la Bella Durmiente que sonó el despertador?.

jueves, 5 de marzo de 2009

NEUROSIS DE FRONTON


El sábado pasado estaba en casa, inerte como una ameba , por lo que decidí llamar por teléfono a una amiga para ver si juntábamos aburrimientos.

Marqué el número muy confiada y una voz masculina me atendió. Me sorprendí; debo admitirlo, pero no quise ser tan egoísta de pensar que ella podía estar sola , por lo que le pregunté muy suelta “ hola, está Gaby?”. La respuesta muy amable, por cierto, fue un rotundo “ acá no vive ninguna Gaby”. No contenta con ello, volví a marcar el mismo número e hice la exacta pregunta..., y esta vez ya sin rodeos me respondieron que el número era equivocado. “ No puede ser” le contesté, e insistí en preguntar si no vivía ahí mi amiga. Por supuesto que la respuesta volvió a ser negativa..., hecho que me dejó perpleja.

En ese instante, y tras disculparme con la voz masculina corté la comunicación y acudí a mi agenda para corroborar. Tenía razón el número era equivocado.

Algo así nos pasa con las relaciones humanas, insistimos e insistimos con algo o alguien que pensamos es lo que buscamos, pero aún ante la negativa creemos no estar equivocados.

Fue en ese momento que me puse a pensar ....¿ qué nos pasa a que aún sabiendo que no obtendremos las respuestas que buscamos, seguimos insistiendo con las mismas preguntas?.

Con esta inquietud a cuestas me dirigí a todos mis amigos y conocidos. Obtuve las más variadas respuestas, entre ellas las más destacadas:

1- A las mujeres no nos gustan que nos digan que no ( respuesta feminista).

2- El ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra ( un cliché).

3- Persevera y triunfarás ( algo así como el paralelo del sueño americano).

4- Cuando finalmente encontramos lo que queremos, pretendemos que cambie ( una verdad revelada!!!!).

Debo admitir que ninguna de las conclusiones arribadas me satisficieron., por lo tanto y ya sola en casa volví a formularme la pregunta, tal vez en la oscuridad de mi habitación, se me iluminaba la mente.

Estaba desolada, nada contestaba mi interrogante, y después de navegar en mi cabeza sin rumbo definido, me acordé que se jugaba la Davis y encendí el televisor.

Y así fue cuando llegó, cual rayo misterioso, viendo como DelPo peloteaba y peloteaba. Justo en ese instante me di cuenta que lo nuestro con la insistencia es una neurosis de frontón..!!!!!!!

Si, una neurosis de frontón, y le pido disculpas a Freud y a mi terapeuta si el término no es el correcto, pero creo que todos lo entendemos.

Paso a explicar mi teoría:

Cuando uno tiene la fantasía de jugar al tenis, lo primero que hace es comprarse las zapatillas de Nadal , el equipete completo ( en mi caso era de Sergio Tacchini, como el de Sabatini), y por supuesto la raqueta, Wilson como no podría ser de otra manera.

Ya con el outfit completo, nos creemos que de allí a Wimbledon hay un paso..., pero no,no, y no, craso error, el profesor siempre tostado y atlético nos dice...” al frontón”. Y así pasan los días, los meses y hasta los años, pegando y pegando, tratando de mejorar la técnica contra una pared manchada de pelotazos, que nos mira impávida y hasta parece reírse de nuestra triste insistencia. Hasta que un día, ya hartos de tanto rebote, el drive se convierte en un látigo y la pelota, cual meteoro nos rebota en la frente y nos caemos de espalda con toda nuestra humanidad en el frío piso de baldosa.

Así somos nosotros, los seres humanos, insistimos e insistimos, aún cuando las respuestas no nos satisfacen, pensando que nuestra insistencia va a hacer reflexionar al otro, o peor aún que en lugar de un muro impávido vamos a encontrar a Roger Federer con una sonrisa, recibiendo nuestro drive en el court de Wimbledon.

Es ahí, justo en ese instante de match point que escuchamos el grito del Umpire, que dice , match Federer : hemos perdido. Aceptémoslo.

Será momento de inscribirnos en otro torneo, o sencillamente practicar otro deporte?.