martes, 12 de mayo de 2009

ORDENANDO EL PLACARD



El incipiente cambio de temperatura me obligó a empezar con el odioso ritual anual de ordenar mi placard. Tener que cambiar el vestuario de verano por el de invierno conlleva sacar toda y cada una de la ropa prolijamente ordenada en los cajones para embalarla cuidadosamente para la próxima temporada. Y lo que es peor aún, desembolsar la pesada ropa de abrigo.
Para que sea una tarea ordenada, y evitar así olvidos, decidí en primer lugar vaciar los cajones uno a uno, clasificando la ropa Así se fueron apilando las remeras de algodón de uso frecuente, las “ remeritas de salir”, los sweater, los pantalones y por último los zapatos.
El segundo paso consistió en ubicarlas de acuerdo al uso que les di a cada una de ellas estas últimas temporadas.
He allí mi sorpresa. Tenía todas esas pilas frente a mi y fue en ese momento cuando me di cuenta que había guardado temporada tras temporada ropa que lo único que hizo fue ocupar lugar en mi placard. Las miré una a una frente al espejo y llegué a la conclusión que hacía años que no las usaba, que había algunas que ni siquiera eran mi talle o simplemente de colores que actualmente detesto.
Entonces fue cuando me pregunté ¿ por qué me empeño en guardar cosas que no usé en años? Y peor aún ¿ por qué me cuesta tanto desprenderme de ellas?.
Las miré con nostalgia un largo rato, recordé dónde y cuándo las había comprado. Algunas parecían guardar los aromas de momentos felices, otras me llevaron a lugares y personas que pensé olvidadas. Pero todas evidentemente formaban parte de mi pasado y por más que me auto convencí por mucho tiempo que no molestaban, no hicieron otra cosa que ocupar espacio en un atiborrado placard.
¿ Cuántas cosas me habré perdido de comprar, por haberme sentido culpable de pensar que tenía demasiadas?, ¡ Cuánto espacio ocupado innecesariamente!
Entonces fue cuando me decidí. Las junté una a una, las doblé cuidadosamente y consciente que no volvería a verlas las puse en una bolsa negra de consorcio, con un cartel que decoré con la leyenda “ PARA REGALAR”.
No fue tarea fácil desprenderme de ellas, pero ya se habían ido. Ya no estaban más.
Recién allí me di cuenta de lo grande que era mi placard y de todas las cosas que aún podía colgar en él.
Me vestí, y fui decida al shopping. Ya era hora de mirar vidrieras.

3 comentarios:

  1. Guille, nuevamente me siento identificada con lo que escribis...así que en 1º lugar FELICITACIONES!!! Buenisima la nota....

    Y además me gustaría contarte que casualmente hice el odioso cambio de vestuario la semana pasada, la ventaja que tengo yo con respecto a vos, es tener una hermana que es muy desprendida (con mis cosas jajaja) con lo cuál es ella la que se sienta, agarra mi ropa (esas prendas que vos mencionaste que hace años que no usas y las seguís conservando) y me dice "Sole, esto se va!!!" a lo que yo le pongo toda la resistencia posible, porque me aferro a las cosas terriblemente....y al final, descubro que tiene razón y la dejo poner todo en una bolsa negra "para regalar"....porque tal como mencionaste en tu texto, uno cree tener mucho, no necesitar nada....por esa cantidad de ropa que acumula temporada tras temporada.
    Y decime algo...no te olvidaste de todo lo que pusiste en la bolsa negra cuando llenaste el placard de ropa nueva? es GENIAL!!!

    Te mando un besote, y como me enteré (por medio de Caro) que te fuiste a trabajar a Santa Fe, te deseo muchisimo EXITO!!!

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  2. Conclusion, a pelar y a vestirse como un gato!!!!

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  3. borron y cuenta nueva chicas, no sean tan profundas, vayan al placard pero para agarrar la cartera que tenga la manija mas larga.... jajajaja

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